domingo, 7 de abril de 2013

EL LLANTO NEGRO


Recordarán que fuimos vendidos, pero no que fuimos fuertes. Recordarán que fuimos comprados, pero no que fuimos valientes. William Prescott (ex esclavo)


      No existe en el mundo lugar más colorido y pacífico que haya encerrado tan oscuro e inquieto pasado. Se trata de la Isla de Gorée, también conocida como la isla de los esclavos, ubicada frente a la costa de Dakar, capital de Senegal. 

    Esta isla fue durante cuatro siglos, el mercado de esclavos más importante destinado a provisionar a Estados Unidos, al Caribe y a Brasil. Según estimaciones de la UNESCO al menos veinte millones de hombres, mujeres y niños fueron secuestrados, trasladados y vendidos a tratantes que se establecieron abiertamente en la isla.


      En un primer momento fueron portugueses y españoles, posteriormente holandeses e ingleses y finalmente franceses los responsables de este oscuro negocio. Pero los europeos no fueron los únicos responsables, los reyes tribales negros se encargaban de suministrar las mercancías a cambio de armamento y ron. También eran del mismo color de piel que los esclavos, los guardianes y los capataces que aplicaban los latigazos.

      Esta trágica trata transatlántica de esclavos, conocido como comercio triangular, se convirtió en el mayor desplazamiento forzado de personas inocentes en la historia de la humanidad, a pesar de la fuerte resistencia mostrada por los pueblos esclavizados. Hay que destacar la rebelión que se produjo en 1839 a bordo de la goleta española “la Amistad”, donde cerca de 53 esclavos lograron apoderarse del barco y navegar a la deriva hasta ser detenidos en las costas de los Estados Unidos, donde fueron juzgados y declarados libres, convirtiéndose posteriormente en símbolo mundial del abolicionismo. 
       
     No obstante, el legado de estas migraciones sigue siendo evidente hoy en día, con grandes poblaciones de personas de ascendencia africana que viven en el Caribe, resultado de los millones de esclavizados que regaron con su sudor y su sangre las plantaciones de café y azúcar de ingleses, franceses, españoles y portugueses en América.  
  
      Hoy, el único gran barco que atraca incesante en la isla de Gorée es el ferri. Sentado sobre el espigón se me hace arduo pensar que por las calles donde hoy deambulan centenares de turistas europeos con sus cámaras de fotos, años atrás circularon miles de africanos con grilletes en los pies. Que los sonidos producidos por el chapoteo de los niños que hoy juegan en la orilla, algún día fueron los chasquidos producidos por el roce de sus cadenas. Que los reclamos que hoy utilizan los camareros para ofrecer sus ricos menús, algún día fueron gritos de desesperación de algunos de los condenados. Que el sonido del ferri que llama a sus viajeros para el regreso, algún día fue la llamada de los capitanes para el llenado de los barcos. Que los pasos sobre el espigón de aquellos que buscan alcanzar el ferri para su vuelta a Dakar, algún día fueron los pasos de los presos hacia el “camino sin retorno”.  


      Por suerte, hoy, la isla se ha convertido en un bello escenario dónde un gran número de artistas senegaleses realizan sus pinturas y obras de arte en plena calle; lienzos con numerosos motivos africanos, coloridos collages, infinitas tiendas de artesanía, trabajadas esculturas, esbeltas figuras de madera, alegres collares, llamativas vestimentas, etc. 


      Tras comprar algún que otro detalle para los familiares, emprendo mi camino de regreso a Dakar manteniendo para siempre en la memoria, uno de los lugares que mayor sufrimiento han ocasionado a la humanidad...

      Pero, de vuelta en el ferri me he dado cuenta que este sufrimiento sigue vivo, una nueva forma de esclavitud “la esclavitud moderna” continúa siendo realidad para muchos niños en Senegal, los “niños mendigo” y para otros muchos millones de personas en todo el mundo. El trabajo forzoso de menores, los niños soldados, la trata de menores con fines de explotación sexual (según UNICEF, hasta dos millones de menores son sometidos a la prostitución en el comercio sexual mundial) o el trabajo en condiciones de servidumbre (sólo en Asia del Sur hay millones de víctimas que trabajan para pagar las deudas de sus antepasados) son sólo alguna de las nuevas formas de esclavitud. Son los esclavos del Siglo XXI. Basta con revisar el Informe de la Trata de Personas de 2012 para comprobar que la llama de la esclavitud en el mundo aún no se ha apagado…

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