Recordarán
que fuimos vendidos, pero no que fuimos fuertes. Recordarán que fuimos
comprados, pero no que fuimos valientes. William
Prescott (ex esclavo)
No existe en el mundo lugar más colorido y pacífico que
haya encerrado tan oscuro e inquieto pasado. Se trata de la Isla de Gorée, también conocida como la isla
de los esclavos, ubicada frente a la costa de Dakar, capital de Senegal.
Esta isla fue durante cuatro siglos, el mercado de esclavos más importante
destinado a provisionar a Estados Unidos, al Caribe y a Brasil. Según
estimaciones de la UNESCO al menos veinte millones de hombres, mujeres y niños
fueron secuestrados, trasladados y vendidos a tratantes que se establecieron
abiertamente en la isla.
En un primer momento fueron portugueses y españoles,
posteriormente holandeses e ingleses y finalmente franceses los responsables de
este oscuro negocio. Pero los europeos no fueron los únicos responsables, los
reyes tribales negros se encargaban de suministrar las mercancías a cambio de
armamento y ron. También eran del mismo color de piel que los esclavos, los
guardianes y los capataces que aplicaban los latigazos.
Esta trágica trata
transatlántica de esclavos, conocido como comercio triangular, se convirtió en
el mayor desplazamiento forzado de personas inocentes en la historia de la
humanidad, a pesar de la fuerte resistencia mostrada por los pueblos
esclavizados. Hay que destacar la rebelión que se produjo en 1839 a bordo de la
goleta española “la Amistad”, donde cerca de 53 esclavos lograron apoderarse
del barco y navegar a la deriva hasta ser detenidos en las costas de los
Estados Unidos, donde fueron juzgados y declarados libres, convirtiéndose
posteriormente en símbolo mundial del abolicionismo.
No obstante, el legado de
estas migraciones sigue siendo evidente hoy en día, con grandes poblaciones de
personas de ascendencia africana que viven en el Caribe, resultado de los
millones de esclavizados que regaron con su sudor y su sangre las plantaciones de
café y azúcar de ingleses, franceses, españoles y portugueses en América.
Hoy, el único gran barco que atraca incesante
en la isla de Gorée es el ferri. Sentado sobre el espigón se me hace arduo
pensar que por las calles donde hoy deambulan centenares de turistas europeos
con sus cámaras de fotos, años atrás circularon miles de africanos con
grilletes en los pies. Que los sonidos producidos por el chapoteo
de los niños que hoy juegan en la orilla, algún día fueron los chasquidos
producidos por el roce de sus cadenas. Que los reclamos que hoy utilizan los
camareros para ofrecer sus ricos menús, algún día fueron gritos de
desesperación de algunos de los condenados. Que el sonido del ferri que llama a
sus viajeros para el regreso, algún día fue la llamada de los capitanes para el
llenado de los barcos. Que los pasos sobre el espigón de aquellos que buscan
alcanzar el ferri para su vuelta a Dakar, algún día fueron los pasos de los
presos hacia el “camino sin retorno”.
Por suerte, hoy, la isla se
ha convertido en un bello escenario dónde un gran número de artistas
senegaleses realizan sus pinturas y obras de arte en plena calle; lienzos con
numerosos motivos africanos, coloridos collages, infinitas tiendas de
artesanía, trabajadas esculturas, esbeltas figuras de madera, alegres collares,
llamativas vestimentas, etc.
Tras comprar algún que otro detalle para los
familiares, emprendo mi camino de regreso a Dakar manteniendo para siempre en
la memoria, uno de los lugares que mayor sufrimiento han ocasionado a la
humanidad...
Pero, de vuelta en el ferri me he dado cuenta que este sufrimiento
sigue vivo, una nueva forma de esclavitud “la esclavitud moderna” continúa
siendo realidad para muchos niños en Senegal, los “niños mendigo” y para otros
muchos millones de personas en todo el mundo. El trabajo forzoso de menores,
los niños soldados, la trata de menores con fines de explotación sexual (según
UNICEF, hasta dos millones de menores son sometidos a la prostitución en el
comercio sexual mundial) o el trabajo en condiciones de servidumbre (sólo en
Asia del Sur hay millones de víctimas que trabajan para pagar las deudas de sus
antepasados) son sólo alguna de las nuevas formas de esclavitud. Son los
esclavos del Siglo XXI. Basta con revisar el Informe de la Trata de Personas de
2012 para comprobar que la llama de la esclavitud en el mundo aún no se ha
apagado…
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