“Aquel que quiera cambiar el
mundo debe empezar por cambiarse a sí mismo” Sócrates
Cuenta un conocido relato que un
científico, que vivía preocupado con los problemas del mundo, estaba resuelto a
encontrar los medios para disminuirlos y pasaba días y días en su laboratorio
en busca de respuestas para sus dudas.
Cierto día, su hijo pequeño invadió su
lugar de trabajo decidido a ayudarlo a trabajar y el científico, nervioso por
la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro lugar, pero viendo
que era imposible quitarlo de allí, el padre pensó en algo que pudiese darle
con el objetivo de distraer su atención por un largo rato.
Se encontró entonces
con una revista en donde venía el mapa del mundo, ¡justo lo que necesitaba! Con
unas tijeras recortó el mapa en varios trozos y junto con un rollo de cinta
autoadhesiva transparente se lo entregó a su hijo diciendo: "Como sé que te gustan los rompecabezas,
te voy a dar el mundo en pedazos para que tú lo repares sin ayuda de
nadie".
El científico calculó que al niño le llevaría mucho
tiempo componer el mapa -que no conocía de nada-, por lo que se dispuso a
volver a su tarea…
Mas no fue así. Pasado un breve tiempo, escuchó la voz del
niño que lo llamaba calmadamente: "Papá,
papá, ya hice todo, he conseguido terminarlo".
El padre no dio
crédito a las palabras del niño. Pensó que se habría aburrido y que querría
entrar a jugar. Desconfiado, el científico levantó la vista de sus anotaciones
con la certeza de que vería el trabajo digno de un niño, pero para su sorpresa,
el mapa estaba completo y perfectamente ensamblado.
"¿Cómo había sido capaz si no
conocía nada del mundo?", se preguntó el padre. El niño,
respondió feliz: "Papá, yo
no sé cómo es el mundo, pero al otro lado del mapa del mundo estaba la figura
de un hombre. Así que di la vuelta a los recortes y comencé a recomponer al
hombre, que sí conozco bien. Y entonces, cuando conseguí arreglar al hombre,
también había logrado 'arreglar' el mundo."
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