Nuestros
sueños son nuestra única vida real. Federico Fellini
Hace
unos días se supo que la atleta somalí Samia Yusuf
Omar, abanderada en Pekín 2008, murió al intentar
alcanzar las costas italianas en una patera. La noticia de su muerte y las circunstancias que la
han rodeado me provocan una rabia enorme.
Hace cuatro
años Samia, con tan solo 17 años, consiguió encarnar el auténtico Espíritu Olímpico
en el
estadio Olímpico de Beijing en su carrera de 200 metros. No entro entre las
tres mejores, ni en el grupo principal, entro última
con casi diez segundos por detrás de sus compañeras. Sin embargo fue
capaz de poner al estadio en pie, que aplaudió su hazaña y logró así su mejor marca personal.
A pesar de no llevarse ninguna medalla se sentía ganadora “Ha sido una
experiencia bellísima, he portado la bandera de mi país, he desfilado con miles
de atletas de todo el mundo”. Fue una de las últimas alegrías que le regaló la vida.
Aunque al regresar a Somalia se enfrentó a amenazas
de muerte e intimidación de una sociedad en la que es común el prejuicio contra
la participación de mujeres en actividades deportivas, continuo entrenándose
duramente en el destartalado estadio olímpico de la capital somalí, castigado
por la guerrilla interna, para poder volver a participar en los Juegos
Olímpicos de Londres. Sin embargo, no consiguió
estar entre los dos únicos seleccionados.
Pero Samia, acostumbrada
a superar los obstáculos que le ponía la vida no quiso darse por vencida y su afán
de superación y su amor por el deporte le hizo subirse a una patera. Era su
oportunidad de mejorar, de crecer como deportista y, quién sabe, tal vez de ser
reconocida algún día en el mundo del atletismo.
Huérfana de padre, murió en uno de los múltiples
conflictos que se viven en el país, e hija de una vendedora de frutas, era la
mayor de seis hermanos. En su casa no había dinero para comprar un billete en
cualquier medio de transporte seguro y, como miles de africanos, se lanzó a la
peligrosa aventura de alcanzar las costas europeas en patera. Varios de sus
pasajeros dejaron la vida en el camino. La atleta estaba en esa lista negra.
Su entrenador, Mustafa Abdelaziz, confirmó que
la atleta se embarcó este verano en una patera para intentar llegar a Italia y
seguir su carrera deportiva ante la falta de fondos de su país. Su madre,
explicó Abdelaziz, vendió incluso un pequeño terreno para financiar su viaje y
que pudiera así cumplir su sueño y tener una vida alejada de las guerras y la
precariedad.
La mujer que
hace cuatro años llenó las páginas de los periódicos con una historia de
superación y espíritu olímpico, hace solo unos días se hundió con sus sueños en
el Mediterráneo, a punto de alcanzar la meta. Samia pone rostro a tantos otros
que, desesperados por encontrar una vida mejor, deciden embarcar con sus
escasos ahorros y sus esperanzas en una patera.
Samia, sin duda, con sus deseos de superación y
su coraje para afrontar dificultades es un modelo para el mundo del deporte y
su nombre, su vida y su drama, no se deben de olvidar jamás. Esta joven somalí
es modelo de superación y sacrificio en la carrera de la vida aunque su vida
quedara en el empeño por la injusticia humana.
Quizás sólo quería seguir el camino de su compatriota Mo Farah, el corredor somalí que se marcho a Reino Unido en su adolescencia y que ha triunfado en los Juegos Olímpicos de Londres firmando un doblete histórico, y convirtiéndose en el sexto hombre en conseguir dos oros en las dos pruebas de fondo.
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