La
palabra progreso no tiene ningún sentido mientras haya niños infelices. Albert Einstein
Se acerca la navidad y los niños ya
afilan sus lápices para escribir la carta a los Reyes Magos, que al parecer
este año no vienen de Oriente sino de China. Todavía queda un mes pero los anuncios
publicitarios, los catálogos amontonados en el buzón de casa o los escaparates
de las tiendas y jugueterías invitan a los niños a pedir miles y miles de
juguetes. Da igual que la habitación de los hijos parezca la sección de
juguetes de un centro comercial, o escuchar a los expertos asegurar que el
exceso de juguetes provoca en el niño caprichismo, que valore poco los regalos,
que pierda interés más rápidamente o que sea más descuidado. Da igual saber que
demasiados juguetes restan ilusión a los niños, si con su compra complacemos
sus deseos y cubrimos nuestra carencia afectiva permitiéndonos limpiar un poco
nuestras conciencias…
Me gustaría hablar de unos juguetes
mágicos, que no necesitan pilas, no se encuentran en jugueterías y ni siquiera
los pueden traer los Reyes Magos, pero derrochan ilusión porque están hechos
con el corazón. Ha sido una de las cosas más sorprendentes que he visto en
África, y es que casi todos los niños fabrican sus propios juguetes con ayuda
de sus padres; barcos, muñecas, coches y camiones de hojalata, aviones, tablero
de damas,... con la ayuda de materiales reciclados o de desecho.
Pero desde que los occidentales
contrajimos la enfermedad del progreso; creer que todo lo que hacemos, todo lo
que tenemos y el modo que vivimos es el mejor, el más avanzado y al que
deberían aspirar el resto de países subdesarrollados. Y el que no
vive como nosotros o no tiene recursos para vivir así es infeliz. Y como la
Navidad son fechas de solidaridad y regalos, algunas ONGS aprovechan para
lanzar campañas como “un juguete, una ilusión” con la que recaudan fondos parar
comprar y enviar millones y millones de juguetes a países africanos con escasos
recursos. De hecho esta ONG presume de enviar más de 6.500.000 juguetes.
Quizás ésta y otras ONGS no son
conscientes que los niños de estos países pobres, sonríen y juegan con sus propios
juguetes con más ilusión que los niños de aquí y que comparten sus juguetes más
de lo que lo hacen nuestros hijos. Los niños de estos países no necesitan
nuestros juguetes al igual que nuestros hijos tampoco los necesiten para ser
felices. Sin embargo, en la sociedad en la que vivimos es impensable que un
niño crezca sin juguetes. El problema es que allí aún no se ha creado la
necesidad del juguete, no nacen necesitando juguetes como aquí ¿Nos os dais
cuenta que somos nosotros y nuestra sociedad de consumo los que imponemos la
necesidad de tener bienes materiales y la necesidad de desearlos? Los niños sin
recursos no tienen esta necesidad porque son capaces de jugar y divertirse sin
juguetes o con los que ellos mismos construyen. Me parece brutal contribuir en
hacer sentir a aquellos niños que para ser felices necesitan tener juguetes
como los nuestros. No concibo la idea de crear necesidad en las personas que no
la tienen. No infectemos con nuestro absurdo progreso la ilusión de los niños africanos.
Además, ¿no sois conscientes que
los juguetes de aquí ya no están hechos para divertir a los niños? Están
diseñados para hacerles desear cosas, estilos de vidas y estéticas a los que
muchos no podrán acceder nunca. ¿Cómo haréis entender a esas niñas que no
necesitan ser blancas, tener una larga melena rubia, medir 1,90 y tener medidas
perfectas como esas muñecas que regaláis? ¿Cómo haréis entender a esos niños
que jamás podrán comprar un Ferrari rojo aunque vivan esclavizados al trabajo?
Y os
habéis preguntado alguna vez ¿qué pasa con aquellas tiendas de estos países que viven de fabricar y vender juguetes que construyen artesanalmente?