“La fuerza no
procede de las capacidades físicas. Procede de una voluntad invencible” Gandhi
La lucha senegalesa o Laamb, es el deporte rey de Senegal y aunque
parezca increíble presenta más popularidad y seguidores que el fútbol. En cada
rincón de Senegal es común ver a los niños tratando de imitar a sus ídolos de
lucha. Y es que todos sueñan ser en el futuro un famoso y reconocido luchador del
país.
Como manifiesta su nombre es una práctica tradicional y popular de
Senegal, aunque también es practicada en la vecina Gambia. Se caracteriza
principalmente por tratar de evocar la historia guerrera del pueblo senegalés y
de conservar la herencia cultural y étnica del país. En sus orígenes la lucha
era utilizada como reto entre poblaciones para ver que etnia o tribu era más
poderosa. La historia sostiene que la temporada de lucha no comenzaba hasta que
terminaba el periodo de lluvias, época del año donde se obtenía mayor
abundancia de recolección y de este modo, los luchadores apostaban gran parte de
las cosechas del año. Los jóvenes utilizaban también la lucha para demostrar su
virilidad, cortejar a las mujeres y otorgar honor a sus aldeas.
La lucha senegalesa tiene un complejo reglamento, fruto de diversos años
de evolución y de práctica. Básicamente consiste en el enfrentamiento entre dos contendientes,
en el que ambos luchadores pueden efectuar golpes con el puño o luchar
cuerpo a cuerpo para derribar a su contrincante. El combate tiene una duración de
45 minutos y dentro de ellos hay tres pausas de 5 minutos. El ganador se define
cuando su contrincante toca la arena con el trasero, la espalda, la cabeza o
las cuatro extremidades.
El auge y éxito de la lucha senegalesa se debe a la mezcla de tradición
y misticismo que la rodea, ya que aún conserva su origen ancestral. Antes de
comenzar cualquier enfrentamiento, los luchadores se atavían diferentes “grigris”
o amuletos para protegerse contra los malos espíritus y traer suerte al
luchador. El “Baccou” canta sus proezas para intimidar al oponente mientas el
luchador, al ritmo del sabar, realiza un baile para amedrentar a su rival haciéndole
movimientos que tratan de resaltar su fuerza y su presencia. El papel del
marabú es vital, ya que debe proteger al combatiente contra los hechizos del
rival, por lo que creará diferentes conjuros y pócimas mágicas para darle
suerte y que el luchador logre hacerse con la victoria.
Senegal es el único país
del mundo en el que se puede abarrotar un estadio para presenciar un combate de
lucha. La pasión con la que se viven los combates es difícil de imaginar,
siendo habituales las escenas en las que los aficionados danzan y entran
literalmente en trance cuando su luchador favorito se hace con la victoria.
Hoy en día, la lucha senegalesa se ha convertido en un fenómeno de masas. Los combates se han convertido en los principales acontecimientos deportivos del país, capaces de movilizar a la población y los grandes medios de comunicación. Los luchadores obtienen sueldos de millones de francos CFA, se han convertido en iconos de publicidad y en modelos a seguir por los jóvenes, lo que ha originado la creación de números club de lucha en el país.
En este mundo y desde hace cinco años un luchador español, Juan Espino, conocido como el león blanco, se ha atrevido a hacerse un hueco en el circuito profesional de la lucha senegalesa. A través de su historia podréis adentraros en este tradicional y mágico deporte...