La voz es el único instrumento con el que no se
puede mentir. Fatoumata Diawara.
Otra tarde más, La Mar
de Músicas nos brinda la oportunidad de disfrutar de los frescos sonidos
africanos y su fusión con otras culturas. En esta ocasión es Fatoumata Diawara,
la encargada de seducirnos con su sensual voz y su atractiva presencia en el
escenario. Aunque su afamada voz se escucha en discos como el de Oumou Sangare
y otros reconocidos cantantes africanos, esta joven maliense afincada en París,
que ahora compone y arregla sus propias canciones nos ha presentado su primera
grabación en solitario.
El público que llenó la plaza del Ayuntamiento se
maravilló al escuchar el sonido folk, con repertorio tradicional wassoulou del
sur de Malí y las suaves pinceladas de afrojazz y blues que ha creado. Fatou,
inicio su espectáculo con “Makoun Oumou”, una canción que dedicó con mucho cariño
a Oumou Sangare, su modelo a seguir en cuanto a su encendida defensa por los
derechos de la mujer en África. En su mezcla de estilos, le siguió su frágil y delicada
voz con la que transmitía una enorme melancolía para hablar del drama de la
inmigración “Clandestin”. La misma dulzura irradió con “Fatou” donde predica
con su mensaje de que el amor se imponga a cualquier disputa matrimonial.
Con “Sowa”, “Sonkolon” y “Alama” su voz llora
para exhortar a las madres para que no abandonen a sus hijos y resalta el
sufrimiento de los huérfanos, al que ella le tocó vivir para cambiar su
destino. Siendo muy joven sus padres que vivían en Costa de Marfil la enviaron
a Bamako a casa de una tía, una actriz ligada al mundo del teatro. Aunque
gracias a su familia adoptiva consiguió debutar en el cine, posteriormente le
prohibieron marcharse con una compañía de teatro francesa, lo que provoco su
fuga. Fatou cuenta que “Al llegar a
Francia puse una cruz sobre mi familia. No podía contar con nadie. Y ese vacío
es algo increíble. O creces o te hundes. Cuando estaba sola, me ponía a cantar.
Algunos de mis compañeros se escondían para escucharme, pero yo no lo sabía. La
voz ha sido mi primer compañero. Me separé de mis padres muy pronto y fue un
cambio brutal porque descubrí la vida de golpe. Intentaba entender por qué mi
padre me enviaba lejos y, en vez de llorar, convertí las lágrimas en canto.
Escribía metáforas para entender las cosas. Cantaba para poder sentirme bien. Y
recuperaba la sonrisa, como si cantar me aliviara".
Pero pronto descuelga
su guitarra eléctrica y recupera la sonrisa invitando al público a corear sus
canciones y a bailar en el escenario...